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Cuando se habla de democracia, uno de los primeros conceptos que aparecen en nuestro imaginario colectivo es el de libertad. Solo el gobierno del pueblo es capaz de garantizar los derechos y libertades más esenciales para el ser humano. De entre todos ellos hay uno que se configura como básico: la libertad de expresión, conquistada en las distintas revoluciones democráticas y que trajo consigo la aparición de la opinión pública. Tradicionalmente, la función social de los medios ha recaído en la prensa, pero en la actualidad otros canales digitales han cobrado protagonismo hasta el punto de que pugnan con los medios tradicionales por liderar la información. Esta diversidad de ideas ha hecho posible también que circulen falsas afirmaciones que alteran el ecosistema mediático e influyen en la legitimidad política. Para evitar este deterioro democrático, urge abordar nuevas (y viejas) soluciones que se adapten a las circunstancias actuales de la sociedad, sirvan de vacuna contra los bulos y aseguren la estabilidad democrática.